Desvela el mensaje de la bandida

La Font de la Figuera es tierra de historias, rutas y fronteras, donde hombres y mujeres desafiaron lo establecido para dar vida a un legado único. Aquí, entre montañas y caminos olvidados, nació el espíritu de los bandidos y contrabandistas, quienes con astucia y valentía creaban nuevas rutas para sus tesoros. La tradición se convirtió en leyenda, uniendo pasado y presente en un relato marcado por la audacia.

En esta tierra fronteriza, la cultura mediterránea florece con carácter propio. Sus viñedos respiran el mismo aire rebelde que antaño guió a quienes se atrevieron a explorar lo desconocido. En la Font de la Figuera, las reglas nunca detuvieron las historias; las hicieron más grandes.

En La Font de la Figuera late una historia que atraviesa siglos, como un susurro que nunca se ha apagado. En 1739, cuando la tierra suplicaba por lluvia y la esperanza parecía lejana, el pueblo pidió auxilio a Santa Bárbara. Aquella rogativa no solo trajo el agua ansiada, sino que sembró la semilla de unas fiestas que han crecido hasta convertirse en un ritual eterno.

Hoy, casi 300 años después, seguimos caminando por las mismas calles que vieron nacer este milagro. Entre luces, pólvora y melodías que se cuelan en el corazón, se sigue celebrando el alma vibrante de un pueblo que jamás se rinde.

Moros, Cristianos y Contrabandistas: tres leyendas, un mismo latido.
Dicen que cuando los tambores suenan y las calles se llenan de trajes bordados, La Font de la Figuera se convierte en un sueño donde el pasado y el presente se abrazan. Los Moros y Cristianos reviven su lucha ancestral, pero es el bando de los Contrabandistas el que pone la nota rebelde. Herederos de antiguos bandoleros, representan la valentía y la pasión por la libertad, cada paso en su desfile cuenta una aventura de tiempos pasados.

Tres días que hacen vibrar el alma. Cada año, del 6 al 8 diciembre el pueblo se engalana.

Las fiestas de La Font de la Figuera no se miden en horas, sino en emociones. Cuando el sol apenas se asoma, los pasacalles ya marcan el compás de una jornada que será inolvidable. Las bandas de música inundan el aire con sus notas, y la pólvora despierta los sentidos con su olor inconfundible. No es solo ruido: es la melodía de un pueblo que celebra su esencia.

La entrada de las 52 comparsas es un espectáculo de ensueño. Moros, Cristianos y Contrabandistas desfilan con vestidos que brillan bajo la luz del día, mientras caballos, carrozas y sonrisas completan el cuadro perfecto. Cada momento es una pincelada en el lienzo vivo de la historia, un recuerdo que se queda grabado en el corazón.

El último día se produce el Contrabando, el comienzo del desafío, un juego de palabras, astucias y sonrisas. El embajador contrabandista intenta cautivar al centinela cristiano, prometiéndole sobornos imposibles como jamones y patos. Es un guiño al pasado, a los tiempos de pillaje y aventuras en las montañas.

Pero cuando el sol comienza a esconderse, llega el Despojo. El emir árabe, con su mirada derrotada pero llena de humildad, se rinde ante Santa Bárbara. En ese momento, las vestimentas y armas dejan de ser símbolos de lucha para convertirse en ofrendas de paz. Como un poema vivo, el acto nos recuerda que el perdón y el amor siempre encuentran su camino.

Y así, con Santa Bárbara regresando a su ermita, se cierra este capítulo. No es un final, sino una pausa. Porque en La Font de la Figuera, el reloj nunca se detiene y ya se esperan las fiestas del próximo año. Entre risas, recuerdos y los aromas intensos de los vinos de La Bandida Valenciana, la espera se hace más dulce y cálida.